| Editorial 
 
 El desarrollo de la        energía alternativa basada en los biocombustibles ha desatado un debate en        el nivel mundial al que la Argentina no debería permanecer ajena, en        virtud de su enorme potencial en esta materia.  No han sido uno, sino        múltiples, los factores que han gravitado en esta novedad. Entre ellos, la        creciente demanda, por parte del liderazgo político y empresarial        norteamericano, de independizarse de las importaciones de petróleo de        Medio Oriente y de Venezuela, y la continua campaña a favor de la        protección del planeta y la reducción del calentamiento de la Tierra, que        va desde la prédica del ex vicepresidente Al Gore hasta organizaciones no        gubernamentales aplicadas al cuidado del medio ambiente y a grupos        religiosos que han considerado que algo deben decir al respecto.        Finalmente, por supuesto, todo el mundo de la producción y los negocios        vinculados con las actividades rurales confluyen en otorgarle un relieve        de consideración.  Las nuevas estrellas de        la agenda internacional son los combustibles obtenidos a partir de la        industrialización de vegetales. Queda bastante por decir, todavía, sobre        las razones del calentamiento de la Tierra y de hasta qué punto será        posible sustituir el petróleo como principal componente energético. Pero        se había llegado a un punto en que, por razones estratégicas -fueren de        precio o de dependencia de ciertas zonas políticamente inestables del        mundo-, era inevitable que algo nuevo sucediera.  En los Estados Unidos se        están desarrollando programas federales y estatales para promover el uso        de energías alternativas. A esto dio un nuevo impulso el presidente George        W. Bush en su mensaje al país del 20 de enero último. Ahora, Estados        Unidos alienta con más fuerza aún esa política de sustitución del        petróleo, con subsidios, préstamos e investigaciones destinadas a promover        las otras alternativas.  No se trata sólo de que        Bush procure convertirse en abanderado de la energía renovable. El        liderazgo demócrata en el Congreso expande y multiplica sus propuestas.         El gobierno de los        Estados Unidos ha encontrado en la energía alternativa una manera de        seguir promoviendo, por añadidura, el libre comercio. Esto concierne        esencialmente a su relación con América latina. Lo explican dos        realidades. Una es que los países de la región -de modo particular, Brasil        y la Argentina- presentan excelentes condiciones para producir y exportar        este nuevo tipo de energía. Otra, de signo negativo, es que Estados Unidos        sabe que la agenda de una zona de libre comercio en América parecería        estancada, y esto incomoda, sobre todo, a los republicanos, que quisieran        reanimarla.  Así las cosas, la        energía alternativa, principalmente el etanol, derivado de la caña de        azúcar o del maíz, ofrece una oportunidad única para        América latina a fin de replantear, sobre bases eficientes, su relación        con los Estados Unidos.  Además, servirá para        promover sus exportaciones, encontrar una papel geopolítico gravitante y        producir, en definitiva, bienes de demanda creciente en un planeta con        gente dispuesta a hacerlo más limpio y protegido.  Como se trata de uno de        los temas de mayor significación de comienzos del siglo XXI, la Argentina,        por su extraordinario potencial para la producción de granos, deberá        concentrarse con esmero en el seguimiento de lo que ocurra en la materia.        A raíz del inminente viaje del presidente norteamericano a Brasil, puede        estarse a las puertas de que las cuestiones energéticas, examinadas a la        luz de esas nuevas perspectivas, se conviertan en un punto central de la        agenda de Washington y Brasilia. ¿Dónde y cómo se va a situar la        Argentina, si eso sucede?  Brasil lleva mucha        ventaja a otros países en la generación de combustibles. Lo ha logrado a        partir de la caña de azúcar. Sumado eso a las proporciones gigantescas que        están, por razones obvias, en condiciones de insuflar a cualquier esfuerzo        que encare de manera consistente, no hay dudas de hay allí un ítem        insoslayable para el próximo encuentro entre Bush y Lula.  En lugar de entretenerse        con experiencias tumultuosas y de final incierto, que han irrumpido en los        últimos años en América latina, nuestro país debe saber aprovechar, desde        el comienzo, una política internacional energética gestada por los grandes        actores mundiales y no por malos actores de reparto. Sería, pues,        interesante que el gobierno argentino se adelantara a algunos        acontecimientos que una lógica mínima invita a predecir y que los hechos        lo encuentren, entonces, en la mejor posición negociadora.  Por diversas razones de        orden interno e internacional, la visita de Bush a Brasil constituirá, en        las presentes circunstancias, un acontecimiento excepcional. Si nuestra        diplomacia y las carteras involucradas en este delicado asunto actúan con celeridad, inteligencia y visión de futuro,        se ofrecerá al presidente Kirchner la posibilidad de atender de forma útil        los intereses generales del país, a los cuales está atada la propia suerte        del actual gobierno, y de estimular una producción agrícola nacional que        esta campaña alcanzará, según todos los cálculos, las más altas cifras        históricas. |