Miguel Afán de Ribera Secretario General de ASAJA-Sevilla
Nuestro Planeta es único y constituye un sistema cerrado. Existe por tanto una total interdependencia en las actuaciones sobre el mismo, que además se rige por unas normas naturales innegociables.
En los últimos 50 años del siglo XX asistimos al crecimiento desmesurado de la población, pasando de los 2.000 millones de habitantes de 1950 a los 6.000 millones del año 2000. Este crecimiento, lejos de aminorarse, se ha incrementado, y en los últimos siete años la población mundial ha crecido en casi 1.000 millones de habitantes.
Este crecimiento poblacional va a acompañado también de un notable y deseable crecimiento económico, que se ha apoyado en el petróleo como fuente universal de energía, prácticamente exclusiva y excluyente en el sector del transporte, lo que ha provocado la multiplicación exponencial de las emisiones de CO2, causantes del calentamiento global de la atmósfera y desencadenantes del temido cambio climático. Un fenómeno de efectos globales, que ha incrementado las tradicionales sequías y provoca catástrofes naturales absolutamente imprevisibles.
La demanda de petróleo de esta población creciente está por encima de las reservas de crudo, lo que ineludiblemente terminará por agotarlas. Además el 60% de las reservas están localizados en el triángulo conflictivo de los Emiratos Árabes, lo que complica aún más su extracción y su aprovechamiento. Por tanto, es necesario conseguir que la dependencia del petróleo disminuya, sustituyendo esta materia prima por energías limpias, no sólo por su próximo agotamiento, sino por el daño a la naturaleza que produce esta energía fósil. La era del petróleo llega a su fin y querámoslo o no hay que buscar energía alternativas renovables.
Por tanto, tenemos que aplicar alternativas energéticas limpias si queremos mantener nuestro nivel de desarrollo: atómica, eólica, fotovoltaica, biomasa. Pero no todas estas fuentes energéticas pueden emplearse en el sector de los transportes, el más contaminante de todos, el único que sigue emitiendo cada vez más CO2 y que además, como consecuencia del propio crecimiento y de la globalización de los mercados, crece imparable.
¿Qué tienen que ver los transportes con la sequía y la falta de agua?. El nexo en común está en la agricultura y en el CO2, la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero es el objetivo para minimizar las consecuencias del cambio climático y para ello hay que incidir básicamente en el transporte, primera fuente de emisión de CO2, así nos encontramos con que la agricultura aparece en las dos partes de la ecuación y es la pieza clave para solucionar el problema y de camino su propio problema, pues esta actividad también se ve afectada por el cambio climático.
Por una parte, queda claro que para conseguir la reducción de emisiones, el transporte debe utilizar biocombustibles u otra energía limpia como el hidrogeno o la energía eléctrica (menos avanzadas técnicamente). Los biocombustibles tienen su origen en el sector agrario y forestal e incluso en las algas marinas. De las producciones agrarias y forestales y de sus subproductos es de donde se obtiene la biomasa necesaria para fabricarlos. Por otra parte, la propia actividad de las plantas, que necesitan CO2, para completar su desarrollo vegetativo, constituye el primer sumidero de CO2 del planeta, por lo que la contribución de la agricultura es básica para frenar el cambio climático. Por ello, la solución está en hacer más agricultura y especialmente más cultivos de regadío, pues estos son los que más CO2 absorben. Una hectárea de regadío fija alrededor de 43 toneladas de CO2, mientras que una hectárea de secano absorbe sólo nueve. El regadío además crea empleo, fija población -evitando el éxodo rural, que es el peor enemigo de la biodiversidad-, mantiene la cubierta vegetal evitando la erosión, la desertización y de los incendios forestales.
Si queremos luchar eficazmente contra la sequía, tenemos que contar con el sector agrario y forestal, y especialmente con el regadío. Para regar hace falta contar con agua suficiente, por lo que hay que poner en marcha Planes Hidrológicos que ahorren agua y modernicen los sistemas de regadío, pero hay que trabajar también desde el lado de las infraestructuras, con la construcción de ecoembalses, trasvases, desaladoras y depuradoras. El sector agrario es la mejor arma estratégica sostenible para frenar el cambio climático y alimentar a nuestra creciente población. Debemos desechar los actuales complejos que frenan la construcción de embalses o el incremento de regadíos sostenibles.
Para el sector agrario es precisamente el agua la materia prima básica y por ello hemos de utilizar todos nuestros instrumentos técnicos para evitar su escasez y paliar las situaciones de sequía. Además el agua es el recurso que permitirá acabar con las bolsas de refugiados "climáticos" y evitar la muerte de los casi 2 millones de personas que fallecen anualmente por su carestía. El agua es un elemento de poder en el siglo XXI y España no puede perder sus posibilidades.
Por ello, el regadío debe incrementarse en todas aquellas zonas con potencial: África, Sudamérica, Asia, Europa y España, sólo así podemos sustituir al petróleo frenando el cambio climático y alimentando a una población creciente.
La Unión Europea legisla ya para fomentar los biocombustibles. España, por su parte, ha establecido objetivos de mezcla obligatoria, e incluso Andalucía ha puesto en marcha el Plan Andaluz de Acción por el Clima 2007-2012. Sin embargo, este esfuerzo normativo no se ve acompañado de un refuerzo paralelo del sector agrario y forestal, antes al contrario, se sigue persiguiendo la PAC y colocando al regadío bajo sospecha, sin que exista un Plan Hidrológico Nacional que contemple los imprescindibles trasvases e interconexiones entre los antiguos y los nuevos embalses.
La globalización bajo la hipótesis de partida contemplada por la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha quedado desfasada. Los precios de las materias primas agrarias en el comercio internacional están disparados por el tirón de los mercados asiáticos. Es necesario que los países de nuestro mundo enfoquen el problema global en su integridad. El planeta exige un reequilibrio no sólo comercial, habrá que diseñar una estrategia de territorios, de sectores económicos, de cultivos en función de las disponibilidades de tierra, sol y agua. Los Jefes de Gobierno de los países desarrollados tienen una gran responsabilidad que deben asumir para evitar su enorme pasividad, que es la peor de las maldades para el mundo subdesarrollado en nuestros días.
Rodrigo González Fernández
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Renato Sánchez 3586
santiago-chile
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