(AméricaEconomía) Chile es una joya si de energía maremotriz se trata. Sus 6.435 kilómetros de costa, su poderoso oleaje y las corrientes provocadas por las mareas, hasta 66kW/m y 5m/s, la hacen atractiva para los expertos y propulsores de esta fuente de energía. Según el informe "Energía Marina en Chile", del Centro de Innovación Energética del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), "estas características llevan a un estimado de más de 160 GW de recursos de energía maremotriz, equivalente a más de diez la capacidad instalada eléctrica del país". Por el futuro que tiene este tipo de energía, cada vez es más reconocida como una alternativa viable y en crecimiento, sobre todo si se considera que, de acuerdo a estimaciones, "el potencial de generación eléctrica de la energía marina (mundial) podría exceder por más de cuatro veces el consumo global actual". También si se tiene en cuenta que estudios han evidenciado que el potencial exportable de energía hidroeléctrica podría llegar a los 15 mil teravatios por hora (TWh) al 2030, lo que equivale a la mitad del consumo global proyectado para 2013. ¿Por qué Chile debería pensar en energía maremotriz? El desarrollo de este tipo de energía llegaría en un gran momento para el país, dado que algunos expertos prevén que Chile podría vivir una crisis en este ámbito, debido al aumento de la demanda, las dificultades para aumetar la capacidad instalada hidráulica y por importaciones de energía poco fiables. Entre 2002 y 2011, el consumo de energía en el país sudamericano creció de 42 mil GWh a 62 mil GWh, aproximadamente, lo que equivaldría a un incremento de 47%, mientras que la capacidad instalada de producción, en dicho período, aumentó más del 57%, al pasar de unos 10 GW a 16 GW. Incluso, las proyecciones revelan que para poder mantener el crecimiento económico, la capacidad instalada debe incrementarse 8 GW al 2020, según detalla el estudio del BID realizado por Antonio Levy. Por eso es que el gran reto del país es cómo garantizar su seguridad energética. Un claro ejemplo de esta dificultad quedó en evidencia luego de la severa sequía de 1998, la cual vació reservas y provocó apagones. Sin embargo, a partir de 2008 la escasez ha sido crónica. A modo de contexto, el país posee recursos hidroeléctricos y de carbón, sin embargo, si se trata de diésel y gas natural, la mayoría lo tiene que importar, por lo que depende de otros países cuando necesita respaldar energía. "En términos energéticos, Chile es el segundo país menos autosuficiente de América Latina después de Panamá y actualmente importa tres cuartas partes de sus recursos energéticos", agrega Christoph Tagwerker, de la división de cambio climático y sostenibilidad del BID. Para colmo de males, a lo anterior se suma que algunos proyectos programados para poder satisfacer las necesidades energéticas y las previsiones para los años venideros han sido retrasados, ya sea porque la ciudadanía se ha opuesto, han habido retrasos en la aprobación ambiental o disputas sobre derechos de propiedad, según detalló el informe. Un caso emblemático de esta situación es Hidroaysén. Como el país es consciente de sus limitaciones energéticas, las autoridades han desarrollado iniciativas legislativas para diversificar la matriz energética, la cual, en términos de generación, el 37% proviene de fuentes hidroeléctricas, 26% de carbón, 22% de diésel y 10% de gas. Asimismo, en el afán de diversificar e incrementar la producción de Energía Renovable No Convencional (ERNC), en 2008 se aprobó la ley 20257, que exige que para el 2024 por lo menos el 10% de la energía distribuida provenga de las ERNC. Sin embargo, tal como revela el estudio del BID, la regulación sólo aplica a los sistemas por encima de 200 MW, es decir, al Sistema Interconectado Central (SIC) y el Sistema Interconectado del Norte Grande (SING), por lo que quedan fuera los sistemas de Aysén y Magallanes, los cuales poseen el mayor potencial de energía marina. Fuente/ AméricaEconomía |