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lunes, julio 12, 2010

biocombustibles:LAS ALGAS SON UNA BUENA ALTERNATIVA

SE ESTUDIAN LAS ALGAS PARA PRODUCIR BIOCOMBUSTIBLE

En el actual contexto energético y económico, cobran especial relevancia las investigaciones y avances en la búsqueda de nuevas materias primas como fuentes de energía y más concretamente para la obtención de biocombustibles para el transporte. Debido a que las materias primas que se emplean actualmente para obtener bioetanol y biodiésel pueden entrar en competencia directa con usos alimenticios o pueden suponer deforestación de determinadas áreas geográficas, la Unidad de Energía de TECNALIA apuesta por el potencial de las algas como biomasa alternativa para la producción de biocombustibles y/o generación de energía primaria.

Desde el Departamento de Bioenergía consideran que la biomasa algal es una buena candidata como materia prima, ya que se integra fácilmente en los actuales sistemas energéticos y es un recurso renovable.

El reto que al que pretenden dar respuesta los proyectos desarrollados por la Unidad de Energía de TECNALIA es precisamente el desarrollo de sistemas de generación de energía y bioproductos de alto valor añadido a partir de la biomasa algal como fuente renovable. Así, las empresas del país se podrán posicionar favorablemente para aprovechar las nuevas oportunidades que aparecerán en el ámbito energético y biotecnológico.

En dichos estudios se analizan los retos tecnológicos y de comercialización tanto en el ámbito de la selección y optimización de especies, como en los aspectos de ingeniería, reducción de costes y transformación de la biomasa producida en biocombustibles para el transporte.

TECNALIA-Energía lleva tres años investigando la potencialidad del cultivo masivo de microalgas, a través de los trabajos que desarrolla en la selección de estirpes de microalgas, la optimización de sistemas de cultivo (fotobiorreactores abiertos, cerrados y mixtos), así como la optimización de las diferentes variables de operación, el cosechado y el tratamiento final de las microalgas para su conversión en productos energéticos. Al mismo tiempo, está estudiando aspectos sinérgicos del proceso, tales como la captación de CO2 como nutriente de las algas, la utilización de efluentes industriales salinos y la valorización de los subproductos.

Las investigaciones que está llevando a cabo el Departamento de Bioenergía consisten, en primer lugar, en determinar las especies de algas más adecuadas (con elevado contenido en aceites) para la obtención de biocarburantes, primero en
laboratorio y posteriormente en planta piloto.

En las primeras fases de dichas investigaciones se han llevado a cabo los trabajos de laboratorio para el diseño, construcción y puesta a punto del fotobiorreactor, así como el estudio de las mejores condiciones de desarrollo de las microalgas ricas en lípidos seleccionadas. Una vez analizados los parámetros que permiten un óptimo desarrollo de las microalgas en el fotobiorreactor se procede al estudio de los mejores sistemas de cosechado y extracción de aceites, primero a escala de laboratorio para, posteriormente, abordar la optimización de dichos procesos a mayor escala.

Básicamente, con esta línea de trabajo se trata de lograr explotar a niveles masivos las microalgas como precursores de biomasas y/o bioaceites, con el fin de alcanzar grandes productividades a costes de operación e inversiones reducidas. Un punto clave del proceso consiste en el estudio y selección de las mejores tecnologías disponibles para cosechar y tratar las microalgas, cultivadas en grandes volúmenes de medio líquido, hasta obtener a precios razonables la propia biomasa seca o los bioaceites extraídos de dichas microalgas, de modo que puedan ser potencialmente utilizadas para producir energía y/o biocombustibles para transporte.

El atractivo de las microalgas

Las microalgas ofrecen el gran atractivo de producir biomasa susceptible de ser convertida en combustibles como metano, etanol, biodiesel, bioqueroseno o hidrógeno además de otros bioproductos de amplia utilización en el sector farmacéutico y
cosmético (beta-carotenos, omega-3, etc). Las productividades que pueden obtenerse por hectárea dependen del lugar, la especie de alga y la técnica de cultivo, pero existen diferentes métodos de cultivo masivo mediante el uso de grandes cultivos en baterías de fotobiorreactores o en estanques abiertos de escasa profundidad, donde podrían alcanzarse productividades de hasta 100 toneladas de biomasa por hectárea y año, muy superiores a los cultivos de biomasa tradicional en medio terrestre.

Las microalgas tienen un gran rendimiento y dependiendo de la variedad pueden acumular hasta un 60 por ciento de su peso en aceites que se pueden transformar en biodiésel y otros biocarburantes.

Otra importante característica es que las algas son captadoras de CO2, por lo que al cultivarlas para producir biocombustibles se absorbe este gas que tanto afecta al calentamiento global. Las algas pueden fijar el CO2 de las emisiones industriales
forzando su difusión al medio líquido en el que se desarrollan formando compuestos orgánicos mediante la fotosíntesis, aprovechando la energía solar. La producción masiva de microalgas contribuye, de esta forma, a paliar el efecto invernadero y a restablecer el equilibrio térmico del planeta

 

 
RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIENTO DE ONU
Celular: 93934521
WWW.CONSULTAJURIDICA.BLOGSPOT.COM
SANTIAGO-CHILE
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biocombustibles EL RETO DE LOS BIOCOMBUSTIBLES

EL RETO DE LOS BIOCOMBUSTIBLES

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     Tal vez a estas alturas ya se haya convencido el primo de Rajoy de que el cambio climático es una seria amenaza para nuestro planeta. Resulta indudable que el aumento del volumen de los gases de efecto invernadero (metano, óxido nitroso y sobre todo CO²) es el responsable del aumento de la temperatura media de la Tierra y las consiguientes modificaciones  sobre el clima, todo lo cual está suponiendo un cambio rápido y profundo, el mayor desde las glaciación Würmiense, hace 10.000 años, y cuyas graves consecuencias ya las estamos empezando a percibir.

     Ante esta situación resulta evidente que el modelo económico y energético basado en los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) responsable del calentamiento del planeta debe ser reemplazado por otro alternativo y más respetuoso con el medio ambiente. Es por ello que cada vez adquieren más importancia las llamadas "energías limpias" como es el caso de la eólica o la solar, así como los biocombustibles. Me referiré seguidamente a estos últimos puesto que suponen una alternativa interesante al consumo de los combustibles fósiles tradicionales.

     Los biocombustibles más usados son el bioetanol (sustituto de la gasolina producido a partir de almidones o azúcares de maíz, trigo, caña de azúcar o remolacha) y el biodiésel, obtenido a partir de algunas plantas oleaginosas (aceite de colza, girasol o de palma). En este contexto, debemos hacer mención al Plan de Acción sobre el Clima y las energías renovables elaborado por la Comisión Europea en enero de 2008. Dicho Plan recoge un conjunto de medidas encaminadas a luchar contra el cambio climático para después del 2012, fecha en la que expira el actual Protocolo de Kyoto. Entre dichas medidas, se propone el que para el 2020 la Unión Europea (UE) debería de consumir en transporte un 10 % de biocombustibles, siempre que su producción sea sostenible (en la actualidad, apenas cubre el 1% del consumo total).

     Digamos igualmente que, según los estudios existentes, las tierras de cultivo de la UE apenas tienen capacidad para producir la mitad de la cantidad prevista en el objetivo del 2020. En consecuencia, la UE necesitará importar ingentes cantidades de biocombustibles, especialmente procedentes de Malasia e Indonesia (proveedores de caña de azúcar y aceite de palma) y también del Brasil, principal productor de bioetanol.

     La creciente demanda de biocombustibles ha supuesto algunas ventajas para los países productores pues ello ha estimulado a sectores agrícolas estancados además de crear empleo en el campo. Así, por ejemplo, en Brasil se fundó en el 2005 la primera cooperativa de biocombustibles que, con métodos agrícolas sostenibles, ha mejorado las condiciones de vida de en torno a 25.000 familias. Pero junto a todo esto, también es cierto que la cada vez mayor producción de biocombustibles es responsable de hasta el 30 % de la subida de los precios de los alimentos durante la crisis alimentaria del 2006-2008, durante la cual éstos se elevaron hasta en un 83 % con los consiguientes efectos devastadores para la población de muchos países en vías de desarrollo.

     Preocupante resulta igualmente la desenfrenada carrera desatada en estos últimos años en determinados países para convertirse en proveedores del sustancioso suministro del 10 % de biocombustibles para el transporte europeo del 2020. Y lo que es más grave: las presiones de las empresas productoras sobre las comunidades indígenas han hecho que, según la ONU, en torno a 60 millones de personas se hallan en peligro de ser desplazadas fuera de sus tierras para dedicar éstas a la producción de biocombustibles, tal y como está empezando a ocurrir en Tanzania o Indonesia.

     También debemos recordar que los biocombustibles, pese a su buena imagen, se producen con frecuencia a costa de la explotación de los trabajadores de los países pobres (bajos salarios, condiciones de trabajo miserables, forzados a comprar la comida y las medicinas en las plantaciones para las que trabajan a precios inflados, todo ello careciendo del derecho a organizarse y crear sindicatos para defenderse de semejante explotación), todo lo cual nos recuerda las dramáticas condiciones de vida de los obreros del salitre de Santa María de Iquique en el Chile de 1907, causa de la rebelión de éstos y la posterior represión y asesinato de casi 3.000 personas.

     A modo de conclusión, algunos expertos consideran que, en el fondo, las políticas de los países industrializados sobre biocombustibles no ofrecen medidas efectivas para combatir el cambio climático puesto que su impacto sobre la atmósfera es equilibrado pues el CO² que atrapan las plantas al crecer lo liberan posteriormente durante la combustión y sin embargo permite a los gobiernos de los países desarrollados el evadirse de tomar otras decisiones (difíciles y urgentes) sobre cómo reducir el elevado consumo energético. De hecho, el coste real de estas políticas puede suponer en algunos países del Tercer Mundo el profundizar la diferencia entre los países del opulento Norte y de los del Sur en vías de desarrollo, además del riesgo cierto de degradación medioambiental ante la deforestación de amplias zonas para dedicarlas a estos cultivos, como ahora está sucediendo en Indonesia.

     En consecuencia, la UE, como señala María Hidalgo Múgica, del Departamento de Campañas y Estudios de Interpón Oxfam, debería replantearse su política de biocombustibles eliminando la meta del 10 % y promoviendo las condiciones sociales y ambientales que permitan el uso sostenible de los biocombustibles. De este modo, no sólo se reduciría de forma efectiva la emisión de gases de efecto invernadero sino que también se ofrecerían oportunidades de desarrollo local y se podrían impulsar en los países productores una tecnología que les ayudase a reducir su dependencia del petróleo.

     Se trata de todo un reto para así evitar los efectos negativos de la opción por los biocombustibles y para que de éste modo, esta alternativa deje de ser una amenaza añadida al cúmulo de riesgos que sufren y padecen los países pobres.

 

     José Ramón Villanueva Herrero

     (Diario de Teruel, 11 julio 2010)

FUENTE:
Saludos,
 
RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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