Bioenergía y sociedad: el modelo de las Asociaciones de Reposición Forestal.
Dra. Eliane Ceccon / ececcon61@gmail.com Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM-UNAM)
Una pregunta frecuente en los organismos responsables de la reforestación en los países en desarrollo es ¿cómo podemos financiar la reforestación que beneficie a los habitantes de las zonas rurales y su entorno, sin la ayuda gubernamental o internacional?
Es sabido que la reforestación es necesaria para contrarrestar la degradación medioambiental que resulta de la necesidad de los seres humanos de alimentos, fibras, madera y energía. La destrucción de los bosques naturales, con la finalidad de obtener materias primas forestales, es un camino más fácil y más barato que el establecimiento de plantaciones forestales y, a menudo, los bosques tropicales parecen inagotables para una gran porción de sus consumidores. Sin embargo, estos bosques son uno de los ecosistemas más frágiles del planeta y son los que presentan una de las mayores tasas de destrucción.
Por otra parte, el establecimiento de plantaciones forestales en las zonas deforestadas no es una inversión atractiva para gran parte de los agricultores, ya que su retorno es a largo plazo (mínimo 5 años). Para que sea viable, los gastos iniciales deben provenir de algún tipo de incentivo externo en forma de plántulas, tractores, fertilizantes, dinero en efectivo, etcétera. Normalmente, los pequeños y medianos agricultores poseen tierras disponibles para la reforestación y tienen fuerza de trabajo disponible para invertir en el proyecto, ya que en muchos casos, esta es familiar, lo que no implica gastos en efectivo. Sin embargo, estos mismos agricultores no poseen capital para comprar semillas de calidad, producir o comprar plántulas, ni poseen el conocimiento de la técnica de cómo hacerlo adecuadamente. Generalmente el costo de implantación de una plantación forestal varia entre 200 a 300 dólares por hectárea y el mercado para su producto no está, en la mayoría de los casos, garantizado.
En Brasil, desde principios de los años 80, el sector no gubernamental posee un papel muy relevante en la producción sustentable de materias primas forestales a través del incentivo a la reforestación en algunos estados (hoy día, principalmente São Paulo y Minas Gerais). Desde 1965, el gobierno de Brasil aprobó la Ley Forestal (No 4771) que exigía que todos los sectores consumidores de materia prima forestal solamente podrían utilizar madera producida de manera sostenible. Esto significaba que aquellas industrias que tenían un consumo mayor que 12 000 metros estéreos por año (1 m estéreo es igual 1 m3 de madera apilada o 2/3 de 1 m3) deberían establecer plantaciones propias equivalentes a su consumo. Por ejemplo por cada metro estéreo consumido, la industria debería plantar 5 árboles. Al mismo tiempo, se establecieron estímulos fiscales para el desarrollo de grandes plantaciones. Desde entonces, Brasil ya era un reconocido productor de acero y papel y estas industrias son grandes consumidoras de materia prima forestal. Estos incentivos terminaron en 1988 y partir de esta fecha, las industrias tuvieron que autofinanciar sus plantaciones.
Por otra parte, de acuerdo a esta misma ley, los pequeños consumidores (menos de 12 mil metros estéreos por año), en lugar de plantar, deberían pagar una tasa de reposición forestal al gobierno, para que con este dinero se incentivase la reforestación en pequeñas y medianas propiedades y estas suministrasen madera a estos pequeños consumidores. No obstante, esto nunca ocurría, el dinero se perdía en la burocracia federal y los consumidores siempre enfrentaban la escasez de madera en el mercado. Asimismo, sufrían la presión de los organismos ambientales del gobierno que buscaban evitar el consumo de madera de bosques nativos. Enfrentando esta situación poco cómoda, en 1986, un grupo de consumidores de leña (principalmente ceramistas y ladrilleros) del municipio de Penápolis en el estado de São Paulo, se rebeló contra los reglamentos federales y decidió que, en lugar de pagar estas tasas al gobierno federal, invertiría este dinero en una asociación civil creada por ellos mismos, llamada Asociaciones de Reposición Forestal (ARFs). Estas ARFs producirían las plántulas de alta calidad y las ofrecerían gratuitamente a los pequeños y medianos productores de su misma región junto con la asistencia técnica adecuada. Al inicio, el gobierno federal fue reluctante con la idea y trató de cerrar las ARFs, pero el Departamento de Recursos Forestales del Estado de São Paulo abrazó la idea y reglamentó la actuación de las ARFs en 1990. De 1985 a 1995 se crearon 13 asociaciones en el estado y más de 20 mil ha de plantaciones fueron establecidas, con más de 3000 agricultores involucrados. En 1993, las ARFs fueron reconocidas por el Instituto Brasileño del Medioambiente y la recolección de las tasas de reposición forestal por las ARFs, fue oficialmente autorizada; con ello, se estableció oficialmente la primera asociación denominada "Asociación de Reposición Forestal del Tietê Medio" y muchas otras siguieron en todo el país, incluso estimuladas por el propio gobierno federal. Hoy día, las ARF ejercen otras importantes actividades en sus respectivas regiones tales como educación ambiental para niños y adolescentes, la enseñanza de manejo de invernadero forestal para adolescentes de escasos recursos, proyectos de restauración ecológica de cuencas hidrográficas, donación de plántulas de especies nativas para restauración de bosques riparios en las propiedades de los asociados y la venta plántulas de varias especies para no asociados.
El concepto básico de las ARFs se puede resumir como sigue:
Los consumidores de madera están obligados por ley a realizar la reposición forestal.
Para los pequeños consumidores, la reposición se hace a través del pago de una tasa de reposición (valor-árbol) a una ARF local, cuyo valor se calcula en base al consumo estimado.
La ARF invierte en la producción de plántulas de árboles de rápido crecimiento y de alta calidad genética, y las proporciona gratuitamente a los pequeños y medianos agricultores de la región con su debida asistencia técnica (en algunos casos también proporciona fertilizantes y alambre para cercas).
Los agricultores tienen la plena propiedad de los árboles adultos, y son libres de disponer de ellos como se quiera, pero tienen un mercado garantizado por los consumidores que están asociados a la ARF.
El gobierno supervisa el funcionamiento de las ARFs, así como el pago de las tasas de reposición por parte de los consumidores.
Como resultado de estas gestiones, de 1993 a 2007 solamente 11 ARFs de São Paulo han plantado la increíble suma de ¡más de 91 millones 823 mil 090 árboles! Algunos analistas incluso concluyen que la reducción de las tasas de reforestación en los últimos 10 años en este estado, se debe principalmente a la actuación de las ARFs. Por otra parte, el gobierno de Brasil ha incentivado enormemente la industria forestal a través de leyes, incentivos e impulsos a la ciencia forestal. Hoy día, el país posee una de las más altas productividades forestales del mundo (cambió de 13 m3/ha/año en 1970 a 50 m3/ha/año en 2000), existen 47 universidades que ofrecen el curso de Ingeniería Forestal y desde 1978 fue establecido el Programa Nacional de Investigación Forestal, que involucró la creación de 57 centros de investigación en este tema. Por lo tanto, el éxito de las ARFs es consecuencia de un sinergismo entre buenas ideas, una gestión gubernamental eficiente y coherente con las necesidades del país y algo de rebeldía constructiva (que es lo que proporciona algo de sabor a esta historia).
Este trabajo esta relacionado al proyecto de investigación "Review of Strategies for Sustainable Production of Commercial Fuelwood" (P114371) realizado con apoyo financiero del Banco Mundial. Una parte fue realizada en Brasil y Nicaragua y otra parte en África. Se busca entender algunos modelos sustentables de producción de bioenergía en países en desarrollo para replicarlos en otros como México en un futuro cercano. El modelo de las FRAs con muchos más detalles es parte del siguiente libro que se encuentra en prensa: Rogerio Miranda, Steve Sepp, Eliane Ceccon and Stefan Mann. Sustainable produced commercial fuelwood: Lessons and guidance from two strategies. World Bank Press.
Eliane Ceccon estudió ingeniería forestal en la Universidad Federal do Paraná. Cuenta con la maestría en Ciencias Forestales Silvicultura por la Facultad de Ingeniería Forestal Universidad Federal do Paraná y es Doctora en Ecología por el Instituto de Ecología de la UNAM cuenta con una especialización en Agroforestería en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) de Costa Rica. Posee 25 años trabajando en proyectos de desarrollo e investigación en restauración ecológica y productiva, ecología y reforestación con impacto social en comunidades rurales. Actualmente es Investigadora Titular "A" (definitivo) Pride C, en el Programa "Perspectivas sociales del medio ambiente" del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM desde 2004, además de miembro del SNI.
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