Más allá del Protocolo de Kioto
"No heredamos la Tierra de nuestros antepasados, la tomamos prestada de nuestros hijos". Proverbio de una tribu Americana
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dedicó su Informe sobre Desarrollo Humano 2007/2008 a la lucha contra el cambio climático, con énfasis en la solidaridad frente a un mundo dividido. A partir de ese instrumento suscrito en 1997, los países desarrollados expresaban su compromiso -sujeto a ratificación posterior- de reducir las emisiones de seis gases, llamados gases de invernadero, causantes principales del calentamiento global y del cambio climático. Según los estimativos de la ONU, al terminar el siglo XXI la temperatura de nuestro planeta habrá aumentado entre 1,4 y 5,8 grados centígrados y el equilibrio ecosistémico habrá sufrido graves impactos.
La meta establecida de disminución fue de un 5%, en promedio, con relación a los niveles de emisión en 1990, para ser alcanzada antes del período 2010/2012. El acuerdo sólo entró en vigor en febrero de 2005, cuando con la ratificación por parte de Rusia se completó el mínimo de países responsables de por lo menos el 55% de las emisiones objeto del Protocolo. Estados Unidos, responsable de casi una cuarta parte de las emisiones mundiales, lo suscribió pero se negó siempre a ratificarlo. Igual comportamiento tuvo Australia.
Los resultados que muestra el Informe del PNUD son francamente desalentadores. En la Unión Europea, por ejemplo, la reducción no llega al 2%. Las emisiones del sector transporte aumentaron por encima del 25% y las de generación de calor y electricidad en un 6%. Y, según el Informe, las previsiones a 2010 no son nada promisorias. Mientras tanto, Gran Bretaña se quedó atrás de su propio objetivo, que era una disminución del 20%, al lograr sólo el 12% y esto esencialmente por una política deliberada de transferencia de carbón a gas natural. Por otro lado, Alemania logró un salto cualitativo importante, pero sólo por razón de la reunificación y por la reestructuración industrial de Alemania Oriental que estaba sumida en un verdadero desastre ambiental. En España e Italia las emisiones, en lugar de disminuir, aumentaron por encima del 50%. Algo similar sucedió con Canadá, por causas imputables a la expansión en su industria petrolera. En Japón las emisiones se incrementaron hasta 2005 en un 8% en relación con 1990, cuando la meta era una disminución del 6%. Sólo en el campo de emisiones generadas por vehículos automotores el incremento se elevó por encima del 50%. Y, finalmente, si Estados Unidos hubiera ratificado el Protocolo su compromiso hubiera ido a una disminución del 7%. Sin embargo sus emisiones hasta 2005 habían aumentado en un 16%.
Al balance anterior, referido exclusivamente a los países desarrollados, se añade un hecho tan protuberante como que, por la naturaleza misma del Protocolo, China suscribió el Protocolo pero no le fue asignada ninguna cuota de reducción. Sin embargo, actualmente, China es el segundo emisor de gases de invernadero. La India, por su lado, no llegó a suscribirlo. Y aunque no se han llegado a revelar las cifras, se supone que este país debe estar entre los primeros cinco emisores del mundo.
Como un dato curioso dentro de la abundancia de información sobre 175 países, habría que registrar el hecho de que Colombia aparece con un registro de emisiones de 58 millones de toneladas en 1990 y 53,6 millones en 2004, con una emisión per cápita de 1,6 toneladas y 1,2 toneladas, respectivamente, bajando la participación en el volumen mundial de 0,3 al 0,2% en el mismo período. Estados Unidos, por ejemplo, tiene un per cápita por encima de 20 toneladas.
Parece evidente que el balance arrojado hasta ahora por el Protocolo de Kioto ha sido lo suficientemente desastroso como para convencer a los países desarrollados que, deben reencuadrarse en lo que el mismo Informe denomina un "marco multilateral posterior a 2012 sustentado por el actual período de compromisos". Con base en las revelaciones del grupo de expertos de Naciones Unidas, las nuevas metas que deberán asumir los países desarrollados no podrán ser menores a la reducción de emisiones en un 30% antes de 2020 y al menos del 80% antes de 2050.
Así pueda parecer un juego meramente especulativo, la conclusión del Informe es poco menos que tragicómica: El 90% del actual presupuesto de sostenibilidad de nuestro planeta está virtualmente en manos de sólo un 15% de la población mundial. Si se pretendiera que el 85% restante se colocara también bajo idéntica sostenibilidad, soportada sobre el uso irresponsable de insumos, se requerirían por lo menos siete planetas adicionales con recursos comparables a los de la tierra. A menos que un sentido elemental de responsabilidad haga que los líderes mundiales abran los ojos a una realidad de inminente colapso, vamos derecho hacia la extinción del falsamente llamado "homo sapiens", la especie viva "recién llegado" en una evolución de 3.500 millones de años. Después de que desaparezca el depredador número uno de la creación, los científicos parecen estar de acuerdo en que la naturaleza no tendrá problema para iniciar su propio ciclo de recuperación.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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