El agro aprieta el acelerador
Hoy la Revista del Campo ofrece un reportaje sobre el etanol y cómo su producción puede revitalizar el sector agrícola chileno al incorporar alrededor de 60 mil hectáreas de maíz o 60 mil de raps, con el propósito de generar biocombustible. El texto es el siguiente:
Ciudades con casi 50% menos de contaminación, combustible más barato, independencia del petróleo y, de paso, miles de hectáreas, hoy medio de capa caída, con producciones a full y agricultores con un ingreso estable para sus cultivos tradicionales son las promesas del impacto que podría tener en el país la producción de energía verde, léase etanol o biodiésel.
Los precios del petróleo y los problemas del medio ambiente rápidamente llevan a los gobiernos a enfrentar la dependencia del petróleo y a decidirse por sustituir combustibles fósiles por bioenergía. Hasta el Presidente George Bush ha planteado como prioritario el tema, lo que se une a una infinidad de decisiones parecidas a nivel global, donde Brasil lleva la delantera.
Chile no quiere ni puede quedarse atrás y también ha declarado prioritario subirse cuanto antes al carro. Porque la agroenergía aparece como una solución real a dos problemas nacionales: el energético y el futuro del sector agrícola no exportador, al darle un nuevo impulso a una importante superficie de hectáreas.
Los números lo dicen. Según simulaciones de la Comisión Nacional de Energía, adicionando sólo un 5% de etanol a las gasolinas, el país podría dejar de importar este combustible en 2010. Y si se utiliza el mismo 5% de biodiésel, para igual fecha bajarían en 67% las importaciones.
En términos agrícolas, producir 300 mil metros cúbicos de etanol (equivalentes a aproximadamente el 10% del consumo actual de gasolina) significaría disponer de 62.500 há de maíz, con un rendimiento de 120 quintales por há. En el caso del diésel, una hectárea de raps podría generar 900 litros y en Iansa estiman que se requerirían del orden de 60 mil há.
Podría significar una revitalización de la agricultura tradicional. Aumentarían las superficies sembradas y mejorarían los ingresos, explica el ministro de Agricultura, Álvaro Rojas.
Pero para lograr avances concretos, igual que en un automóvil, se requiere encender el motor y empezar a pasar velocidades.
Hay bases para que en 2008, como lo anunció la ministra de Energía, Karen Poniachik, Chile pueda producir agrocombustibles. Esto porque no sólo existe la posibilidad de comprar la tecnología y ponerla en marcha en el país, sino que incluso hay compañías de Israel, de Suecia, y también locales como Iansa, que tienen la llave lista para hacer funcionar los motores e invertir en plantas y comenzar a producir.
Pero poner primera equivale a decidir qué producción es la más conveniente para el país; la segunda sería establecer un marco regulatorio que incentive a los interesados y establezca la obligación de utilizar los biocombustibles, la ausencia de un impuesto específico y norme temas como la calidad; la tercera, promover la instalación de empresas elaboradoras; la cuarta, definir los cultivos y las fórmulas para asegurar la producción mediante contratos. Y pareciera que el motor ya está calentándose.
En el seminario organizado la semana pasada por los ministerios de Agricultura y de Energía, junto con la FAO, la ministra Poniachik señaló que se estudia la elaboración de nuevos reglamentos sobre estándares de calidad y especificaciones técnicas. Y el Minagri dispuso de US$ 1 millón para que, vía la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), este año se promueva la investigación y el desarrollo de agroenergía.
Estamos presenciando la primera fase de toma de conciencia. En el ministerio hemos definido una política de trabajo en esta materia. Estamos conociendo la tecnología internacional y mirando la estructura productiva nacional para resolver los temas prioritarios, enfatiza el ministro Rojas.
Decisiones iniciales
Entonces, los biocombustibles están con la primera marcha puesta y el tema de qué y con qué producir agroenergía ya cuenta con estudios bien encaminados.
En materia de agrocombustibles, las alternativas podrían resumirse en tres. El etanol, que puede ser utilizado como gasolina, solo o en mezcla con ella; el biodiésel, que se usa con el petróleo diésel, y biogás, gas metano que puede reemplazar al gas natural.
Si se trata de reemplazar parte de la bencina, entonces la opción es el etanol producido con productos agrícolas ricos en almidón, como el maíz, el trigo o las papas, entre otros.
Tiene entre sus ventajas que EE.UU. y Brasil cuentan con las máquinas para elaborarlo y que podría empezar a usarse cualquier día, adicionado hasta en un 10%, a la bencina, sin necesidad de modificar los motores de los autos. Se puede usar hasta en un 25%, como lo hacen en Brasil, con ajustes mínimos a los vehículos. Aún más, ya está desarrollada la tecnología automotriz para ocuparlo incluso solo y, de hecho, en Brasil el 70% del parque automotor que ingresa cada año es Flex Fuel, es decir, que permite uso de etanol y gasolina, solos o mezclados en cualquier porcentaje.
La segunda opción es el biodiésel, aceite elaborado en base a oleaginosas como el raps, y que puede mezclarse con el diésel o incluso usarse solo. Internacionalmente la tecnología para elaborarlo existe en Europa y EE.UU.
Se está produciendo una 'dieselización' de los motores, por el menor costo y porque se ha vuelto menos contaminante. Por ello es una opción muy atractiva, dice Felipe Lyon, gerente general de Iansa, empresa que, en conjunto con Enap, estudia el tema.
Asegurar la biomasa
Ambos son agrícolamente viables.
Tanto el etanol como biodiésel son factibles en el país, ya que existe tecnología de producción agrícola y capacidad empresarial que permite alcanzar buenos rendimientos, señala Patricio Cavieres, de la Comisión de Bioenergía del Colegio de Ingenieros Agrónomos.
Lo que hay que definir es en base a qué se producen, haciendo estudios sobre balances energéticos, rendimientos y rentabilidad económica versus otros cultivos, además de lo social y medioambiental. También hay que resolver temas como mejoras tecnológicas, variedades específicas, y todo lo que pueda significar mejores rendimientos.
Convocaremos a un concurso de proyectos, para determinar, por ejemplo, balances energéticos, cultivos más atractivos, variedades más convenientes. Es decir, que generen información que permita la toma de decisiones, comenta Rodrigo Vega, director de FIA.
Para el caso del etanol la mejor alternativa para Chile, hasta ahora, parecer ser el maíz, la misma que en EE.UU. provoca el alza del precio del grano, pues está compitiendo con la producción de alimentos.
Producirlo para energía es una alternativa atractiva para agricultores que en los últimos años han vivido duros momentos por los vaivenes de los precios internacionales.
Es muy interesante para el centro sur, especialmente la VI y VII Región. Aunque con variedades adecuadas podría incluso extenderse, recalca el ministro Rojas.
Significaría la posibilidad de sembrar del orden de 60 mil hectáreas para etanol. Actualmente, la superficie cultivada ronda las 100 mil há para alimentación humana y animal.
En el caso del biodiésel, la materia prima son oleaginosas. La más estudiada en el país es el raps. En la actualidad, buena parte de las cerca de 15 mil hectáreas cultivadas en Chile se orientan a la alimentación de salmones.
En Iansa lo ven como una excelente opción. Es un cultivo que se conoce y con el que se puede hacer lo mismo que hemos hecho con la remolacha; es decir, volverlo mucho más eficiente, dice Felipe Lyon.
Cualquiera sea el producto lo vital es asegurar el abastecimiento de materia prima.
Tema inquietante. Porque quién garantiza que los productores cumplan con los contratos o que la industria no opte por importarlas.
Una de las ventajas de la agricultura energética es que obligará a las plantas de procesamiento a garantizar el abastecimiento, para lo cual deberán contratar anticipadamente la siembra. Así, a través de una agricultura de contrato los productores podrán producir con más tranquilidad, con un mercado y precio garantizados, dice Cavieres.
Para el caso del etanol, y eventualmente también en el del biodiésel, una posibilidad es que los agricultores se conviertan en los elaboradores, como ocurre en Brasil.
Casi una realidad. En la VI Región 150 agricultores de San Vicente, Pichidegua y Las Cabras - unidos en la sociedad Etanol del Pacífico Sur- , que reúnen del orden de las 8 mil há dque estinarán al etanol, afinan los estudios para instalar su planta elaboradora.
Francisco Armijo es uno de ellos. Lleva cinco años estudiándo el tema.
Tenemos que ser productores de etanol y no de maíz. La rentabilidad de fabricar etanol triplica la de producir el grano, porque junto con el alcohol se generan dos subproductos. Uno es el DDGS, que puede ser vendido como alimento para las aves y cerdos a casi el doble que el kilo de maíz. La otra posibilidad es venderlo como dióxido de carbono, que se usa para gasificar bebidas, y que actualmente se importa. Por cada tres kilos de maíz podemos sacar un litro de etanol, un kilo de DDGS y uno de CO2, recalca Armijo.
Queda pendiente cómo generar los incentivos para que la industria y los productores se entusiasmen. Y eso significa cambios a nivel normativo.
Precisamente fue uno de los temas que fueron a ver especialistas del Ministerio de Agricultura chileno a Brasil.
Ellos ya resolvieron el problema. Establecieron las fórmulas tributarias y el marco institucional que permitió que el tema actualmente sea un negocio de privados, dicen.
De hecho, los privados que son quienes finalmente concretarán los proyectos, son enfáticos en señalar que, de existir las seguridades legislativas, realizan las inversiones y se ponen a producir.
Tenemos que participar. Necesitamos el marco legistaltivo que nos de seguridad o garantía de que se obligará al usar al menos un porcentaje de biodiésel o etanol como en Brasil, Argentina y muchos otros países. Si este marco existe, Iansa entraría lo antes posible. De concretarse en un año o año y medio podríamos estar produciendo, resume Lyon.
Segunda generación
Si bien por ahora el ojo está puesto en la producción de etanol de cultivos como el maíz, ya se estudia generarlo a partir de lo que se denomina lignocelulósicos.
Es lo que viene y dónde hay que prestar atención, no sólo porque permitirá utilizar desechos agrícolas, sino porque es más barato; por lo tanto, una excelente solución desde el punto de vista energético, enfatiza Vega, del FIA.
Se trata de elaborar etanol a partir de la parte fibrosa de las plantas, lo que permite el uso de rastrojos agrícolas, como la paja del trigo, la caña del maíz; restos de plantas, de raleos, desechos forestales y de huertos frutales, y productos orgánicos, como papeles que son parte de la basura, y que tienen entre sus ventajas que no tiene gastos de producción, sino sólo de recolección y transporte.
El etanol de celulosa será con toda seguridad el combustible de transición que dominará en las próximas dos décadas antes del advenimiento del hidrógeno, considerado el combustible más limpio, pero que en la actualidad tiene serias limitaciones técnicas y es muy caro, indica Cavieres.
Investigación
Un millón de dólares dispuso el Ministerio de Agricultura para que FIA promueva la investigación y el desarrollo de los biocombustibles en el país, mediante información para la toma de decisiones y la cooperación internacional. Esto se hará a través de una convocatoria a proyectos, de un programa de captura de tecnología y de formación de recursos humanos.
Además, se estableció que Odepa cree una unidad especial de estudios en agroenergía, para el desarrollo de información y el diseño de políticas. Asimismo, se establecerá una mesa público privada sobre agroenergía y biocombustibles.
Las distintas instituciones del Ministerio de Agricultura, como el Inia, readecuarán parte de sus proyectos para trabajar también en este tema, comenta Rodrigo Vega.
Temas pendientes
Uno de los conflictos que se puede producir es determinar a qué se destina la producción agrícola: si a alimentos o a energía. Es decir, que no se desvista a un santo para vestir a otro.
De hecho, en Estados Unidos cerca del 25% de la producción de maíz ya se está derivando al etanol, lo que impacta al alza los precios.
Esto hay que hacerlo con mucho cuidado. Que no se descuide el tema alimentario para solucionar un problema energético, pues sólo se estará generando una nueva crisis, enfatiza Gustavo Best, especialista en energía de FAO.
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