Chile consume diariamente 290 mil barriles de petróleo y produce sólo 19 mil, es decir, somos capaces de producir menos del 7% de lo que consumimos. Ello indica que dependemos absolutamente de lo que ocurra en el mercado internacional y esto nos sucede hoy y nos seguirá ocurriendo, mientras no exista un desarrollo tecnológico, a nivel mundial, que permita utilizar energías alternativas, cuyo costo sea menor al del petróleo. Además, los pronósticos indican que el precio del crudo no debería tender a caer en las próximas semanas y, tal vez, meses.
Pero no sólo el precio internacional del petróleo es el responsable de que los bolsillos de los automovilistas, de la locomoción colectiva y transportistas de carga, sigan sufriendo cada vez que carguen combustible. También tiene la culpa y en más del 40% el fisco, que se lleva $307 de los cerca de $700 que se pagan hoy en por un litro de gasolina.
Sergio Romero, senador por la Región de Valparaíso
Veamos, si a los $700 se le descontara el 100% del tributo específico que esta semana representa el 33,2% del precio el litro de bencina costaría $467. Y si en vez de eliminarlo se redujera al 50%, los chilenos gastarían $583 cada vez que carguen un litro de gasolina. Estos valores, manteniendo el IVA que se cobra a las gasolinas, y que hoy representa el 10,7% del valor total.
Recordemos, que el impuesto específico a los combustibles se estableció en abril de 1986 luego del terremoto que afectó el año anterior a la zona central del país. Su objetivo inicial fue generar recursos destinados a financiar la reconstrucción de la infraestructura vial. Durante los gobiernos de la Concertación, se elevó el gravamen que a diciembre de 1989 era de 2,5 UTM por metro cúbico. En la década de los noventa se llevó a 4,40 UTM y en la administración Lagos se aumentó a 6 UTM. Hoy no se justifica la existencia de un impuesto que fue creado para mejorar las carreteras, cuando gran parte de ellas están en manos de privados.
Hay muchos argumentos para explicar por qué el impuesto específico a los combustibles no se justifica hoy. Sin embargo, el más fuerte de todos radica en que el aumento sostenido en el precio del barril de petróleo no sólo está perturbando a todos, aunque de manera desigual.
Con las bencinas en precios tan altos como los que comenzaron a regir el jueves 10 de enero al hacerse efectiva un alza de $21 por litro, la discusión acerca de la vigencia del impuesto específico a los combustibles se hace imprescindible.
Desde el momento en que este aumento en el precio de los combustibles se está traspasando al valor de la locomoción colectiva y al transporte de carga, ya no son sólo los automovilistas y transportistas los afectados, sino que es el público en general que sufre los vaivenes del precio internacional del crudo. Hoy el auto dejó de ser un lujo y es para muchos chilenos una herramienta de trabajo, no hay duda que el impuesto específico a los combustibles esta ahogando a la clase media.
En regiones, a diferencia de Santiago, gran parte de la población se moviliza en colectivos y taxis básicos; a su vez esos colectivos y taxis, son propiedad de pequeños empresarios, quienes ven drásticamente disminuidas sus utilidades con las fuertes alzas de la gasolina. Esto demuestra que no es efectivo lo que durante años nos ha querido hacer creer el Gobierno, que ese impuesto a la bencina lo pagan los sectores de mayores ingresos.
El Gobierno, envió un proyecto de ley para inyectar 200 millones de dólares, al Fondo de Estabilización de Precios de los Combustible, iniciativa muy necesaria por cuanto permite suavizar los efectos cíclicos del precio del petróleo. Sin embargo, no es suficiente. Esto quiere decir que aunque tengamos un fondo de estabilización más eficiente, éste no podrá hacerse cargo de los aumentos por factores externos y terminaremos inequívocamente con combustibles más caros.
Creo que medidas como un impuesto flotante, por así decirlo, que mantenga el nivel de ingreso del Fisco y el nivel del precio al consumidor constante pareciera ser una cosa razonable y no enriquecerse a costa de la clase media y los más pobres, cuando haya una situación económica muy compleja en el exterior que hace subir los precios del petróleo.
Otra idea es la de un subsidio que fuera a beneficiar a los taxistas y colectiveros que utilizan como medio de trabajo vehículos o elementos que requieren de consumo de bencina. También se señala que los microempresarios del transporte, es decir taxistas, colectiveros y fleteros, puedan rebajar los pagos por concepto de impuesto específico al diesel y a la bencina tal como actualmente lo hace la industria.
Cualquiera sea la fórmula que se apruebe, deberá hacerse teniendo presente que no puede seguir afectando el bolsillo de todos los chilenos.